Para innovar: pensar, actuar y repensar. De la estrategia a los resultados.

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Muchos son los factores que influyen en la capacidad de innovación de una organización y ya los recogimos en el post “Innovación empresarial: 12 características clave de las organizaciones innovadoras”, pero si hay un aspecto que resulta de vital importancia es el establecimiento e implementación de una ESTRATEGIA DE INNOVACIÓN clara, retadora y adecuada a la organización y su entorno.

Innovar por innovar no tiene sentido. Hay empresas que se sienten obligadas a hacerlo por distintos motivos (externos o internos) y se lanzan a intentar participar en proyectos o iniciativas sin un propósito claro. Pero si hay que innovar (y está claro que es así), mejor hacerlo bien.

Innovar sin estrategia, sin sentido, no sólo no va a aportar valor, sino que puede resultar perjudicial para la organización. ¿Por qué? La innovación requiere el impulso de la dirección, una inversión en recursos; la posible colaboración con otros agentes; pero, sobre todo, un gran esfuerzo e implicación de las personas, que sin duda son el principal motor. Si no se hace bien, no sólo es poco probable que se obtengan resultados de interés, sino que en el camino se ha podido perder el apoyo de la dirección, desmotivar a las personas implicadas de cara a futuras iniciativas e incluso dañar nuestra imagen ante terceros.

Antes de innovar hay que PENSAR: ¿para qué?, ¿en qué?, ¿cómo? Las respuestas a estas preguntas nos van a dar los objetivos y las líneas estratégicas clave para la organización en materia de innovación.

Pero también es importante ACTUAR cuanto antes. La estrategia no puede quedarse en el papel, que además lo aguanta todo. Hay que desplegarla en acciones y ponerlas en marcha con diligencia y eficacia.

Y, por último, es necesario REPENSAR, en función de cómo lo estamos haciendo y de los cambios del entorno. Para ello, es esencial evaluar la ejecución y los resultados de las acciones que llevamos a cabo, así como realizar acciones de vigilancia que nos permitan conocer la evolución del entorno, que ha pasado de ser VUCA (volátil, incierto, complejo, ambiguo) a BANI (frágil, genera ansiedad, no lineal, incomprensible) tras la crisis sanitaria COVID 19. 

Y todo esto hay que hacerlo de manera ágil y eficiente.

Nadie ha dicho que innovar sea fácil, pero si se hace con cabeza, acción y corazón puede ser un reto ilusionante

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